« Primer encuentro internacional, político, artístico, deportivo y cultural de las mujeres que luchan ». Un título prometedor. Hasta atractivo. De por sí el momento del anuncio había sido espectacular, y a partir de ahí, nos gustaba creer que aquello podía ser todavía más fuerte. Porque las mujeres zapatistas siempre nos han hecho soñar. Porque es inédito y de una belleza tremenda el invitar a la mitad de la humanidad a ese rincón remoto del mundo. El darle la vuelta a la dominación y hacer una fiesta de ello. Solamente para las mujeres. ¡Nada más para las mujeres!
Desde el portal de entrada, se marca la pauta del evento. Una pancarta de manta azul se distingue entre un cielo límpido « Bienvenida a las mujeres del mundo ». Y a un costado, con un fondo amarillo bien visible, « Prohibido a los hombres ». Es tan sorprendente, sin pena ni complejos, que ninguna mujer se resiste a sacarse una foto frente a esas consignas. Levantan el puño. Ríen. Se felicitan, entonan cantos feministas. Miles de Alicias entrando al país de las maravillas. De todos los colores, de todas las edades, de todos los idiomas. Es emocionante ver todas esas sonrisas, esos cientos de mujeres que instalan sus tiendas de campaña, un poco temerosas, sin entender todavía con certeza lo que significa pasar tres días sin la mínima sombra de un bigote o de una sonrisa predadora. Como si hubiéramos interiorizado que nuestro lugar está a lado de, detrás de, y que siempre hay que luchar para existir, hablar, actuar. Que siempre hay que forzarse para que no nos opriman, pero ahí, nos proponen completamente una cosa diversa: un espacio sin predadores ni presas. Sin caza y sin combates de retaguardia, en los que hay que cuidarse la espalda. La guerra se quedó detrás de la puerta. Así como los hombres, no está invitada !
Al inicio, nos reímos a carcajadas al ver a los hombres medio perdidos detrás del portal, parados a algunos cientos de metros de allí, a la distancia. Algunos vienen vacilando, esperando que su novia le cuente lo que pasa allí adentro. Es un poco el mundo al revés. Y cuando un chico, luego de una buena hora, avergonzado bajo la sombra de un árbol, le pregunta a una chica que pasa por allí si su novia va a salir pronto, ésta le contesta con un aire irónico « No, no creo. Está jugando fútbol ». Resulta gracioso ver la cara del tipo pero rápidamente pasamos a otra cosa. No tenemos ganas de entrar en un modo de revancha ni de dominación invertida. Solo queremos disfrutar de ese momento entre nosotras. El tiempo que dure un paréntesis encantado.
Seis de la mañana, el grupo Dignidad y Resistencia de Oventik abre el baile. Guitarra eléctrica, acordeón con colores mexicanos y pasamontañas para dar la bienvenida a las mujeres del mundo. El cielo, todavía despeinado por el sueño, las cubre con su manto de bruma. Escuchamos el discurso de abertura (1) más bien distraídas, quizás demasiado acostumbradas a la retórica zapatista. Pero sobre todo absorbidas ya por el ambiente que emana de cada una de nosotras.
Este 8 de marzo, las mujeres zapatistas toman el poder. El poder de las palabras. La fuerza de la música, del teatro para poder contar el camino que les ha llevado de la sombra hacia la luz. Un mensaje sencillo en sainetes que cuentan su vida cotidiana, su combate para tomar la palabra y encontrar su lugar en asamblea. Llegar a ser igual al hombre y no solamente un mal menor. El combate ha sido rudo pero lo han conseguido. Y este encuentro es su logro más brillante. No solamente para ellas sino para todas las mujeres del mundo.
Y allí están, todas ellas, esas mujeres venidas de horizontes diversos, las testarudas, las timoratas, las tatuadas, las intelectuales, las gordas a gusto consigo mismas, las traviesas, las enérgicas delgadas, las duras de pelar, las punkis, las zen, las lesbianas activistas, las feministas, las que hacen yoga, las que rapean a gritos, las que grafitean su cólera, las que escriben sus sueños, las que reivindican, las que actúan, las que murmuran, las que gritan, las que bailan, las que lo mandan todo al carajo, las que quieren hacer el amor en los bosques. Con vestiditos de flores, pantalones cortos y deformados, ponchos coloridos, mal peinadas o de punta en blanco. Cada una con su estilo, su timidez o su excentricidad. Los cuerpos se liberan, se desnudan con los primeros rayos de sol. Hay una nueva libertad. De la que nos habíamos olvidado. Sin mirada concupiscente, sin trabas ni papeles que desempeñar. Han caído las cadenas, se han disuelto las cárceles mentales. Una seguridad total, cuyo sabor desconocíamos. Por todas partes, las mujeres se sonríen. Hay como una burbuja de amor. La energía circula. Fluida. Amistosa. Nos hablamos suavemente. Murmuramos. Nos escuchamos con más atención que de costumbre. Con respeto y curiosidad hacia la otra como valores comunes.
También hay talleres dónde se comparten el dolor, la rabia y se construye un mundo mejor. Talleres dónde las Mejicanas cuentan las desapariciones forzadas a la frontera norte, dónde las Guatemaltecas cuentan el dolor de las 56 adolescentes quemadas vivas, dónde las hondureñas lloran a Berta Cáceres (3). Lugares de palabras dónde los feminicidios son un lazo horrible que unen a todas las mujeres de América Latina y Afro-Andina. Ahí, denuncian éste patriarcado que pone siempre la cara de la impunidad. Son también un lugar de expresión para sacar a la luz la fuerza de las mujeres mapuche, de las mujeres kurdas, de las mujeres palestinas y de todas las valientes anónimas e invisibles quienes luchan en su país para un Estado de derecho. Todos estos talleres desconstruyen el género, hablan de la especificidad del cuerpo femenino, de ginecología natural, de medecina alternativa. Espacios dónde las mujeres dicen sus males y dónde las sexualidades se comparten a corazón abierto. Sin tapujos ni prejuicios.
Luego, escuchar a éstas mujercitas en pasa-montaña hablando despacito sobre ésta increíble autonomía edificada por ellas a pesar de que casi siempre ellas escuchan y apuntan. Una actitud llena de humildad e incluso la más acérrima de las feministas, las kamikazes que quieren castrar a los hombres, las que saben y siempre hablan se callan asombradas. Y en cada mirada, se ve la misma admiración y un respeto inmenso para todas las mujeres zapatistas que han sabido unir y hacer éste encuentro excepcional. Acoger, dar de comer, fabricar duchas y banos, planificar talleres, conciertos, ocuparse del sonido y de la luz y todo lo demás sin una darse cuenta de la inmensidad de la tarea, sin el menor incidente ni la menor queja. Un trabajo titanesco casi natural para ellas. Sencillamente halucinante.
Y para colmo, quizás, es éste buzón de sugerencias dónde cada una pudo expresar lo positivo o lo negativo en aras de mejorarse mediante los intercambios. Una forma de renovar sus acciones. Una Zapatista y un Zapatista nunca están satisfech@s. Y por esa razón siguen allí 20 años después.
Cuerpos estirándose voluptuosamente en cada rincón: yoga, reiki, danza, boxeo. Alzándonos hacia el cielo, empujándonos, tocándonos apenas, tirándonos al suelo. Conjuramos los miedos enviándolos lejos con un movimiento de caderas, los aplastamos felices sin remordimientos ni lamentos. Salimos de todo esto con emociones y sensaciones olvidadas, nacen cosas nuevas nuevas nuevas. Hay un gusto a infancia en las miradas con gestos anteriores a la agresividad del mundo adulto. Por un momento volvemos a ser aquella niña de rodillas raspadas que aun no sabe que de mayor será una mujer atolondrada y sensible.
En los muros fotos y textos, dibujos y poemas, testimoniando la riqueza del alma conjugada en femenino. Se juega al futbol en la cancha con faldas multicolores. Se tira la pelota de voleibol, se salta a la cesta basquetbol. Se corre, se transpira bajo un sol ardiente, se gana pero qué importa si lo que cuenta es gozar, jugar, divertirse. Una atlética alemana hace un drible excelente directo al gol. Fantástico! Una saltarina zapatista recupera la pelota que va directo a la cesta. ¡Magnifico! Apoyamos un equipo y luego otro, ninguno es el favorito, solamente somos mujeres entreteniéndonos como chiquillas, las mejillas rojas y los rostros iluminados. Se acabó la competencia y tiramos la cadena a las rivalidades de otro siglo.
Una batucada colombiana va dándole golpes de rabia con toda su fuerza, las mujeres se desbordan de ira escupiendo en el patriarcado, pisoteando el machismo a palo seco. Van vibrando los tambores y la esperanza se asemeja a una danza colectiva, a un trance en el que los cuerpos revientan. El movimiento se hace circular como una loca zarabanda. Las brujas de hoy convocan a las de ayer : « Somos las nietas de las brujas que no pudisteis quemar ». La batucada se calla. Los cuerpos respiran. Se podría haber terminado pero no, las colombianas quieren darlo todo. El tambor se pone a murmurar de nuevo. Las mujeres se ponen de rodillas y el sonido vuelve como un cuerpo de caballería. Gozo total. Los cuerpos ya no nos pertenecen. El último baile antes del fin de un mundo. El de los machos prehistóricos. También están los conciertos, los bailes. Durante tres días, la bóveda celeste se conjuga en femenino. Las raperas del mundo lanzan sus « flows » que irritan, que acarician, que arden de rabia y de amor. Como la vida misma. La que volveremos a encontrar dentro de unas horas. Mientras tanto, bailamos y las palabras de Emma Goldman cobran sentido « Si no puedo bailar, no es mi revolución ».
Evidentemente, bailamos mil veces. Movimos nuestros cuerpos al ritmo de todas las músicas del mundo. Pero aquí, la cumbia tiene otro sabor, el hip-hop nos golpea en pleno corazon, el acordeón resuena como nunca lo había hecho antes. Es como un oleaje donde cada una se vuelve espuma, gotas de sudor, granos de arena. Partículas en el aire que se combinan y se desintegran como burbujas de felicidad. Nuestros cuerpos se mueven de manera diferente y es aún más indiscutible con el grupo Dignidad y Resistencia. Los primeros días, la cantante estaba rígida, formal como una zapatista en representación pero al cabo de tres días, se contonea. Ondula. Como liberada. La guitarrista nos hace un solo digno de Led Zeppelin. Simplemente radiante. Retoman la canción « El del moño colorado » ¡El éxito mejicano por excelencia! Cantado por todas, incluso las que no la conocen se ponen a cantar hasta desgañitarse, hombro con hombro con sus vecinas. Un pequeño momento de gracia.
El encuentro si tuvo lugar, el intercambio se hizo mas allá de las palabras y de los discursos. Y las « bocotas » tuvieron una sonrisa tímida de una primer emoción. Que bonitos son esos papeles que se ajustan, se empujan, se endulzan bajo el cielo inmenso, tan grande que las esperanzas zapatistas. Pero todos los sueños tienen un fin. Es tiempo de despedirnos. El discurso de clausura es antologico (4). Es chistoso, lleno de humor y de amor: « Agradecemos sus oídos, miradas, sus palabras, sus talleres, sus platicas, su arte, sus vídeos, sus músicas, sus poesías, sus cuentos, sus teatros, sus danzas, y bailables, sus pinturas, sus cosas raras que ni sabíamos que son, y todo lo que nos trajeron para que nosotras conocemos y aprendemos de sus luchas ». Una ola de risas incompresible se prendió al escuchar «sus cosas raras »... es tan cierto!
Luego los zapatistas con humildad se preguntaron si el encuentro estuvo a la altura de nuestras esperas. De ahí, un clamor se levanto, tan fuerte que el rugido de la tierra. Miles de Gracias en todas las idiomas apoyados por aplausos casi salvajes! Levanta el corazon! Las lagrimas suben mientras de su propia voluntad. Las pieles tiemblan de cien mil emociones. Ya somos solo un cuerpo que se abraza, que ya no se quiere dejar. Las miradas se hacen mas intensas. Hablamos de alma a alma. Convencida de estar viviendo un encuentro excepcional, de las que quedaran en los recuerdos intimos. De las que nos guardaran despiertas la noche y daran la fuerza de enfrentar la hostilidad del mundo. Porque vivir, es exponerse a vivir tales momentos.
La noche, las chamacas zapatistas se alborotan con el reggaeton de moda « Despacito ». Ellas brincan, alzan los brazos en el aire, caderean, disponen de su cuerpo libremente, como si fuera la primera vez. Y lo más emotivo es que seguramente es el caso…
Finalmente, los hombres son invitados para el último baile. Instintivamente encontramos nuestros viejos reflejos frente a un muchacho que nos sonríe. La amiga de al lado se engarrota. Guerrera otra vez, a pesar de ella misma. El pobre muchacho se apena de habernos incomodado. ¿De quién es la culpa? ¿De qué? Cada quien encargado de sus roles impuestos, fijos en un circulo vicioso que no sabemos cómo romper. Cada quien buscando una salida de emergencia. Como una voluntad de ajustar los roles, de cruzar los genéros y no limitarse a un sexo biológico que funciona como una carapaza arcaíca. Y mientras que las cadenas son tan pesadas, encontrarse entre mujeres, crear su burbuja de bienestar, puede ser una, entre muchas otras, enseñanzas de estos encuentros, cazar esta sacrosanta culpabilidad que nos devora mientras que nos alejamos del camino. Dejarse el derecho de divagar con o sin los hombres.
Durante este encuentro, las mujeres zapatistas nos ofrecieron un regalo invaluable: la invencibilidad. No, esa sécular de los hombres, no esa que se toma con las armas, no aquella que se ofrece con el corazon y bondad. La sensibilidad no es un defecto. Podemos llorar, reír fuerte, abrazarse, prendarse, desahogarse, balbucear, buscar sus males sin ser ni débil, ni rídicula.
El miedo se fue. Por fin libres. Somos cien. Somos mil. Somos ocho mil corazones que vibran al unisono. Ochomil más todas las ausentes, las desaparecidas, las muertas, las violadas, las torturadas, las asesinadas que son ahí, por todos lados donde pones tu mirada, en las sonrisas que cruzas. Pequeñas estrellas que iluminaran nuestros caminos de cruce y nuestros sueños de mañana.
Traducción hecha por Rosa, Susana, Piedad, Caro, Mariposa, Marta, Fifi, Veronica
Muchas gracias amigas de mi corazón
Lo quieren
(1) http://enlacezapatista.ezln.org.mx/2018/04/07/paroles-au-nom-des-femmes-zapatistes-lors-de-linauguration-de-la-premiere-rencontre-internationale-politique-artistique-sportive-et-culturelle-des-femmes-qui-luttent-8-mars-2018-caracol-de-la-z/
(2) https://blogs.mediapart.fr/clement-detry/blog/090917/adolescentes-brulees-vives-au-guatemala-crier-sindigner-ne-pas-oublier
(3) Militante medioambientalista de la comunidad Lenca. Coordinadora del Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (COPINH). Ella luchó por la defensa del río Gualcarque, sagrado para las comunidades indígenas y vital para su supervivencia. Amenazada durante varios años, fue asesinada en su propia casa, el 2 de marzo 2016, en la ciudad de La Esperanza.
(4) http://enlacezapatista.ezln.org.mx/2018/03/10/palabras-de-las-mujeres-zapatistas-en-la-clausura-del-primer-encuentro-internacional/
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